lunes, 12 de septiembre de 2016

I CAN'T GET NO SATISFACTION




Rodrigo se pasó la mañana mirando con desespero el reloj. Atendió distraído a los clientes del banco  sintiendo el descontrolado galopar de su corazón como un recordatorio permanente. Hoy no podía llegar tarde, de ninguna manera, no quería perderse ni un minuto de aquel encuentro, no señor, a la mierda el banco y sus clientes, se iría, ya lo creo que se iría, nadie ni nada lo iba a detener.
A las once menos cuarto quiso salir disparado, pero el Director estaba al acecho. Le veo muy nervioso, y se está tomando usted  estas últimas semanas más tiempo del que le corresponde para desayunar, o acaso cree que no me he dado cuenta?. Rodrigo no podía mirarlo a la cara, intentó justificarse pero sólo le salió un balbuceo incoherente. Supongo que no hace falta recordarle que debe usted cumplir con su horario. Sí señor, lo tendré presente, contestó en voz baja antes de  escabullirse y  lanzarse Calle Castillo abajo como un surfero en la cresta de una ola.

En diez minutos se plantó en la terraza del Olympo y cuando probó el primer buche de café daban las once en el reloj del Cabildo. Confirmó la hora en su propio reloj y oteó el horizonte de la plaza. Tuvo aún unos minutos para pensar, era joven pero sin embargo con treinta años ya se sentía viejo, como si la vida hubiera pasado sin darle la oportunidad de disfrutar, no se veía ambicioso, tal vez no tenía talento para aspirar a algo mejor en el vivir rutinario que llevaba, o era demasiado tímido. En el  banco no paraba de hacer cursillos, pero sin motivación... en fin, no creo que ninguna mujer se pueda interesar por mí, no sé...

Cerca de allí Amanda bajaba por Angel Guimerá.  Como elegante leona se mueve con aires de pasarela. Se ondula en la brisa y se  balancea su minifalda multicolor que simula sus escasas caderas y muestra unas piernas delgadas cubiertas por ajustadas medias negras. Cubre su pecho atablado con una blusa oscura y chaqueta abierta a juego, que muestra un tostado rectángulo abdominal adornado por un piercing anclado al mismo brocal del ombligo. En entretenida charla con su móvil hilvana una retahila de marcas, precios y diseños exclusivos. Sus labios húmedos  se hacen agua en las comisuras. Sonríe, masca chicle y hace caídas de párpados como tiernos desvanecimientos mientras su mano libre juega con las ondulaciones de su melena color miel. Pasado el Teatro, cruzó por Cruz Verde y se dejó llevar por la corriente de la Plaza La Candelaria hasta la terraza donde él la esperaba.

Ambos se hicieron los sorprendidos, ella con soltura, él acogotado por la timidez. Al sentarse ella lo rozó con su pierna y él se estremeció como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Pidió un café y mientras el camarero atendía le contó algo sobre una clienta de la Peluquería, luego  un nuevo capítulo de sus aventuras amorosas,  sabes que conocí anoche a un tío?. Lleva un mes contándome estas cosas, por qué?. Él trataba de contener la tensión con rigidez mientras la miraba a los ojos, o aprovechaba como siempre algún resquicio para mirar su pecho, sus muslos, su entrepierna, para adivinar su cuerpo debajo de aquellas telas vaporosas. Ella le daba detalles morbosos, y él se embriagaba con sus palabras, con su perfume, por qué le excitaba tanto aquella forma de tocarse el pelo?, y le seguía contando una vez más sus juegos eróticos de la noche anterior, él no sabía cómo ponerse, experimentaba todo tipo de sensaciones, por qué me cuenta esto, con esa naturalidad, y ese aire distraído, por qué?, todo en ella es tan voluptuoso, cómo la deseo, se lo digo?, no, no puedo, no puedo... Y entonces él me dice..., pero claro, si yo lo acababa de conocer..., pero tío, qué te has creído... bueno, total que terminamos... ja, ja, ja ... se reía ella, con aquella boca jugosa, mostrando sus dientes blancos lechosos, y a él se le iba la cabeza, y hasta se mareaba,  la codiciaba, se sentía feliz sólo con verla, con oírla, pero triste al mismo tiempo porque su hermosura le hacía más consciente de su vida miserable,  se descontrolaba, intentaba corresponderle con una sonrisa y se quedaba en un rictus,  se sentía torpe, quería huir pero no podía dejar de contemplarla.
  
Y .... mañana te vas...  Sí tio, por fin, dos semanitas de vacaciones en Barcelona, y el concierto de Los Rolling... Pero, entonces ya no nos vemos hasta... Ya no nos vemos hasta mi vuelta tío, ja, ja, ja, rió ella con ganas extendiendo sus brazos arriba. Oye, me voy, que dejé a una señora en el secador y la voy a encontrar tostada, un beso, muac, muac, hasta la vista, pásatelo bien...

La vio alejarse alelado, la perdió de vista sin poder reaccionar,  sus hombros se volvieron plomizos y sintió cómo se precipitaba en la melancolía. Recordaba con claridad la primera vez que la vio entrar al Banco, tenía los ojos dulces y llevaba el pelo de seda recogido con un lazo rojo,  lucía una piel nueva, una sonrisa radiante, y era tan hermosa... Miró su taza manchada de carmín, la tomó y la llevó a sus labios, puso su boca donde antes estuvo la de ella, aún conservaba su perfume. Luego miró su sillón y le pareció sentir allí la huella cálida de su cuerpo aún latiendo. Tiró sus llaves al suelo, se agachó a recogerlas y con disimulo restregó su nariz, su boca, su cara toda sobre el asiento buscando el aroma excitante de su sexo. Al volver a su sitio se dio cuenta de la hora. Mierda,  oye, me cobras por favor?.

Subió la Calle Castillo con la pesadez de su revoltura; no paraba de reprocharse el no haber sido capaz de decirle nada, cómo le torturaba aquella lucha interna, quería dejarlo todo, ir tras ella; estaba trastornado, atrapado en un remolino de emociones, no sabía si gritar, destrozar algo, cometer algún acto irracional; su corazón seguía golpeándole el pecho como un martillo y una fuerte excitación lo llevó a encerrarse en el baño del banco a buscar alivio.

El Director lo vio llegar mientras hablaba por teléfono, miró el reloj y puso cara de disgusto. Cuando colgó se dirigió al baño y golpeó con firmeza la puerta. Rodrigo, haga usted el favor de salir... No, se oyó desde el interior. Le digo que abra la puerta, no sólo se toma usted el tiempo que le da la gana para desayunar, sino que ahora se encierra en el baño... Que no, se oyó con más rotundidad. El Director pegó su oído a la puerta y creyó distinguir un gemido de placer. Pero Rodrigo, se puede saber qué está usted haciendo?, le ordeno que abra esta puerta inmediatamente, Rodrigo, Rodrigo...
Ya algunos empleados se habían acercado al baño atraídos por las voces del Director cuando Rodrigo abrió la puerta. Se arrancó la corbata, tomó aire ensanchándose y con una sonrisa de oreja a oreja les dijo, váyanse a la mierda.


Se lanzó a la calle y entró en la primera agencia de viajes que encontró. Si, ida y vuelta, dos semanitas en Barcelona. Se carcajeó y  agitó los brazos arriba en un bailoteo. Estaba decidido. Se marchaba a ver a Los Rolling.



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